viernes, 16 de noviembre de 2012

EN BREVE --- JALEO ----

Europa no ha sabido encontrar un equilibrio entre disciplina fiscal y crecimiento. La política económica de austeridad, de inspiración alemana, ha llevado a demasiados países a poner en marcha políticas presupuestarias demasiado contractivas al mismo tiempo.
Las políticas keynesianas (inversiones del Estado) permitieron evitar una segunda Gran Depresión: pero fue un error recetar keynesianismo en todas partes, al mismo tiempo, y con la misma dosis sin tener en cuenta las condiciones de cada país. Me recuerda al café para todos o algo tan simple en medicina como que el mismo tratamiento no vale para dos pacientes con mismos síntomas.
Habría  que permitir pisar el acelerador o el freno con el gasto público en función de las condiciones de cada economía, pero en cambio se ha impuesto una política de talla única —y lo que es más grave: se ha dado a entender que no había alternativa— y ahora solo se permite pisar el freno.
Los países con margen de maniobra, como Alemania, se desviven por no gastar un euro más de lo que debieran. En esas condiciones, la Europa del Sur, que ha aplicado políticas de austeridad a rajatabla, se desangra por esa mecánica rudimentaria de las políticas fiscales aplicadas con mano de hierro por las presiones de Bruselas, Fráncfort y Berlín.
Las protestas de ayer son solo el principio: los sociólogos explican que el “silencio de las víctimas” se acabará en breve. Las sociedades pueden resistir devaluaciones internas, bajadas del sueldo, como las de ahora siempre que vean un horizonte de salida; de lo contrario, el jaleo . “Desde un punto de vista abstracto siempre se puede atender una deuda. Pero hay un umbral político, social, moral incluso más allá del cual esa política se hace inaceptable”
 “Europa ha entrado en un nuevo mundo prácticamente sin tener conciencia de ello”, dice Jean Pisani-Ferry, del think tank de Bruselas Bruegel. El fantasma de un Gobierno ausente (Comisión, Consejo y Eurogrupo) no han podido eliminar la sensación de que ese viaje está pilotado por Alemania, y Francia aún no acierta a decir esta boca es mía porque atraviesa una grave situación económica que aún no ha emergido completamente.
La Comisión no cambia de discurso pese a que las orejas del lobo de la recesión ya han aparecido, en parte por el sobreajuste en la periferia, que no se ha compensado con políticas de crecimiento.
Con la esperanza de tranquilizar a los mercados, Europa ha presionado para recortar los déficit públicos y se ha olvidado del crecimiento y de graduar el ajuste en tiempo e intensidad.
Varias fuentes de Bruselas apuntan a que quizá haya que esperar a que la recesión llegue a Alemania y la crisis de la deuda a Francia para empezar a ver, de veras, dinero sobre la mesa, y no solo vehículos financieros, mecanismos y demás complicadísimos sistemas de resolución de crisis.
Todo sigue igual: Europa sigue anclada y el nuevo orden no acaba de llegar y el antiguo régimen se resiste a desaparecer. No hay cambio de política económica a pesar de que los errores de diagnóstico y de prescripción se demuestran un dato tras otro.
Europa no tiene la grandeza suficiente como para reconocer los errores: Grecia vuelve a estar a los pies de los caballos tras el fracaso del Eurogrupo de esta semana.

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