martes, 15 de mayo de 2012

DIVORCIO

La posibilidad de que Grecia abandone la eurozona ha dejado de ser una cuestión tabú en el discurso del Banco Central Europeo (BCE), tal y como reflejan las declaraciones del gobernador del Banco de Bélgica, quien, a pesar de mostrarse contrario a esta hipótesis, asume que si fuera necesario sería posible llevar a cabo un "divorcio amistoso".

Pero cuando en una pareja se empieza a hablar de divorcio, algo se cuece en el ambiente.

 De hecho, el banquero belga defiende que "lo ideal sería que todos los miembros permanecieran en el club", puesto que sería lo más positivo para todos, incluyendo a los propios griegos, aunque admite que si un país decide que no continúa deseando formar parte hay que permitir su marcha.

Pero además varios consejeros del Eurobanco han planteado abiertamente la posibilidad de que Grecia salga del euro. El irlandés Patrick Honohan explicó que esa posibilidad “no sería necesariamente fatal”. El belga Luc Coene habló ayer en el Financial Times de la posibilidad de “un divorcio amistoso”. Y Jens Weidmann, del Bundesbank alemán, dijo hace unos días que las consecuencias de esa salida serían peores para Grecia que para la eurozona. Varios ministros europeos secundan esa idea, pero la jugada tiene riesgos: “Se trataba de asustar a los griegos, pero son los mercados quienes empiezan a atemorizarse”, indican fuentes financieras.

Hasta ahora no se había citado nunca que alguien pudiera abandonar el club, con lo que es otro hecho sintomático del momento.

En este sentido, admite, que la hipotética salida de Grecia del euro implica el riesgo aún mayor de que esta fuera vista como un precedente y se disparasen las especulaciones respecto a nuevos países que podrían salir de la eurozona, incrementando las tensiones financieras.

Tampoco cita que no solo pudieran ser especulaciones en querer salir del euro sino que quizás alguien más manifestara su voluntad de salir.

"Ese es el principal riesgo, lo demás puede gestionarse”

Por tanto esta preparado un plan para la eventual salida de Grecia.

La posibilidad de que Grecia salga del euro ha provocado una tormenta en los mercados, pero forma parte “de una negociación”, indican fuentes diplomáticas. El argumento tan retorcido como relativamente sencillo: los partidos griegos son incapaces de formar Gobierno y el favorito en las encuestas en caso de repetir elecciones quiere renegociar los términos del plan de rescate ante la sobredosis de austeridad que asfixia la economía. Ningún partido quiere inmolarse a la vista de que los griegos han mostrado a las claras su desagrado con los planes de la UE y el FMI. La reacción europea era previsible: amenazas. La Comisión, en uno de sus habituales retruécanos, reiteró ayer que si algún miembro del euro no respeta las reglas “es mejor que deje el club”. Pero lo novedoso —y lo realmente preocupante— es el papel del BCE en la escalada de provocaciones.

Una ruptura del euro toparía con una miríada de obstáculos. Jurídicos: los tratados incluyen una cláusula de salida voluntaria de la Unión, pero no de salida del euro o de expulsión (y sin embargo en su día tampoco estaba previsto que Irlanda abandonara la libra, y así fue). Técnicos: no sería fácil imprimir billetes de dracma a toda prisa sin provocar un caos. Económicos: la devaluación en Grecia sería rotunda; la inflación asociada se traduciría en un empobrecimiento masivo; el sobreajuste sería brutal, y el contagio al resto de Europa muy destructivo. Y financieros: las deudas seguirían siendo en euros (y por lo tanto impagables), y la salida de capitales inmediata y difícil de detener.

 “Nadie desea ese brutal escenario”, explican fuentes europeas. La Comisión espera la resolución del sudoku político en Grecia, y tiene preparado el caramelo: dar más plazo a Atenas (y a algún otro país) para el ajuste fiscal, y dirigir hacia Grecia el Pacto por el Crecimiento que empezarán a cocinar Merkel y Hollande esta semana.

Una vez más, el palo y la zanahoria: Bruselas amenaza con congelar las ayudas a Grecia y amaga con esa eventual salida del euro (lo que supondría una especie de Lehman Brothers europeo) si Atenas insiste en renegociar las ayudas.

A cambio, ofrece crecimiento y metas fiscales más relajadas. Pero en esa mano de póquer han aparecido daños colaterales: los mercados han entrado en la partida como un vendaval.

Solo el BCE tiene munición para devolver cierta calma al continente, pero mientras eso no ocurra y la crisis política griega no amaine, la niebla se espesa. Y en Bruselas sigue sin haber una sola declaración creíble que indique que alguien está al mando y conoce el camino. “No hay salida fácil para Grecia”, acertó a decir el ministro alemán Wolfgang Schäuble, en una declaración que suena a que algo está pasando aquí.

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