sábado, 24 de marzo de 2012

TRAICIONADOS

Como en el guión de esta pelicula, así me siento.

Somos muchos los que hemos combatido durante meses la demagogia y hemos intentado defender que a ningún gobierno le gusta recortar, que el país está casi arruinado, que las deudas se tienen que devolver y que los presupuestos sólo se pueden equilibrar ingresando más y gastando menos.

Los que gobernaron hasta hace cuatro días desentendiéndose de los trabajadores y de las clases medias, ahora quieren dar lecciones y reivindican las políticas socialdemócratas que no aplicaron.

Frente a un "no a los recortes" demagogo, intransigente y no razonado, tenemos que recordar que mientras Catalunya y España gasten más de lo que producen y tengan que recurrir a Europa para pagar las nóminas, no habrá dinero para invertir en reactivación y no quedará más remedio que cumplir las condiciones de los inversores.

Si queremos su dinero tenemos que aceptar sus reglas.

Lo he  predicado con energía y convencimiento, pero hoy me siento traicionado: los sacrificios que se han pedido a los ciudadanos exigían sacrificios más ejemplares de los gobernantes, de los partidos y de los sectores sociales más privilegiados (que no se han producido).

En Catalunya, donde la lucha contra la crisis lleva ya más recorrido, sólo han arrimado el hombro las clases populares y medias; los asalariados que siempre lo acaban pagando todo. El Gobierno, que tenía que actuar de árbitro y garantizar la implicación de todos en un objetivo colectivo, se ha inhibido y ha permitido que los poderosos, las grandes empresas, los lobbies se queden al margen sin hacer ningún esfuerzo.

El Gobierno español ha hecho la reforma laboral, pero no la fiscal, la financiera (la auténtica) y la de la Administración.

Seguramen
te por todo eso, un gran desconcierto recorre las capas más débiles de la sociedad catalana en vísperas de la huelga general del 29 de marzo. A estas alturas, no se intuye una gran movilización en la calle, pero en privado se percibe una indignación creciente. Hay un convencimiento muy general de que la huelga no servirá para nada, pero se verbalizan razones de sobra para la protesta. Hay una desconfianza enorme con los sindicatos convocantes, pero también hay una rabia clara contra las reformas que siempre acaban pagando los mismos.

Yo no haré huelga pero me reconozco perdido en este desconcierto general. Me indigna la demagogia irresponsable de los que sólo gritan consignas contra los recortes que ellos mismos han hecho inevitables, pero seguramente todavía me da más miedo lo que puede llegar a pasar si se impone la indiferencia general. Me irrita ver en las cabeceras de las manifestaciones a los que hace cuatro días gobernaban y miraban hacia otro lado cuando el desastre ya era evidente, pero también me decepcionan los que ahora no actúan para poner orden en:
los lobbies, grandes empresas, la banca, las sicavs …...............

Los perjuicios de la huelga en imagen y en futuro los volverán a sufrir los más débiles.

Dentro de poco, cuando Europa acabe de arrancar, nos quedaremos atrás, con una economía todavía menos competitiva, con un país más desestructurado y con mucha gente tirada en la cuneta.

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